24/01/23 – Pedro José Zepeda
Acabo de terminar “Le dejo mi silencio”, de Mario Vargas Llosa (Arequipa, Perú, 1936). En la última página de este libro, el autor nos dice que no volverá a publicar una novela.
Ya el 17 de diciembre, después de 33 años, había anunciado el final de su columna quincenal “Piedra de Toque” en El País (España), con lo que puso fin a un trabajo periodístico iniciado a los 17 años y desarrollado durante décadas en diversos medios de comunicación de manera paralela a su trabajo como escritor.
En fin, todo parece indicar que, como ya lo había anunciado en la FIL de Guadalajara en 2016, el Benjamín del “Boom latinoamericano”, (en sentido estricto: Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa) está cumpliendo con lo que aquello de que “me toca apagar la luz y cerrar la puerta”. En sus propias palabras, “únicamente le resta por escribir un ensayo sobre Sartre, que fue mi maestro de joven”.
Entre las veinte novelas escritas por Vargas Llosa, hay obras descomunales, como “Conversación en La Catedral”, “La guerra del fin del mundo” y “La ciudad y los perros” y otras que, sin llegar, en mi opinión, a tanto, son también gran literatura: “El sueño del Celta”, “Cinco esquinas”, “Tiempo recios”, “El héroe discreto”, “El paraíso en la otra esquina”, “La tía Julia y el escribidor” y, bueno, hasta “Pantaleón y las visitadoras” y las “Travesuras de la niña mala”.
Respecto a la que ahora comento, “Le dejo mi silencio”, Héctor Aguilar Camín ha dicho que, lejos de parecer la última, es “una novela tan fresca y tan joven que parecería la de un debut feliz… quizá la más nostálgica, gozosa y optimista de todas ellas, … una envidiable novela de alegría y juventud.”.
Si en “Conversación en La catedral, Vargas Llosa respondió a la pregunta amarga: ¿En qué momento se jodió el Perú?, se diría que en «Le dedico mi silencio» responde a la pregunta contraria: ¿en qué momento se logró el Perú?”.
“La respuesta que nos ofrece es alegre y musical: el Perú se logró con la creación popular y la adopción nacional del vals peruano, … que hizo reconocerse a los peruanos como tales, por encima de las divisiones de raza, geografía, injusticia o desigualdad.”
El protagonista de la novela, Toño Azpilcueta, un acucioso estudioso de la música popular peruana, pero con escasa formación académica, inicia una investigación sobre la vida de un portentoso guitarrista, Lalo Molfino, a quien escuchó tocar una sola vez porque murió poco tiempo después, joven y en el anonimato.
Las dos primeras ediciones de su libro tienen gran éxito, aunque recibe severas críticas y burlas de intelectuales y profesionistas por su falta de rigor. Acomplejado, inseguro y desequilibrado, después de un rechazo generalizado de las principales casas editoriales del país, y desoyendo los consejos del único editor que apostó por él, Azpilicueta decide hacer una tercera y hasta una cuarta edición para responder a sus críticos y dejar establecida, de una vez por todas, una teoría total que explique la “peruanidad”. Así, un libro originalmente escrito para relatar la historia de la música criolla, termina siendo una despatarrada teoría del todo, con catastróficas consecuencias para la vida profesional, las finanzas y la psique de Azpilcueta; quien vio en la música criolla la máxima “… expresión de esa actitud tan peruana de la huachafería (“La huachafería puede ser genial, pero rara vez resulta inteligente; es intuitiva, verbosa, formalista, melódica, imaginativa y, por encima de todo, sensiblera…, la mayor contribución de Perú a la cultural universal”, nos dice Azpilcueta)”, un elemento capaz de derribar prejuicios y barreras raciales y unir al país en un abrazo mestizo fraterno. Eso sí, para Azpilcueta,
“Allí, en los callejones, nacieron los primeros grandes guitarristas y cajoneadores del Perú, así como los mejores bailarines de valses, huainitos, marineras y resbalosas […] Quién hubiera pensado que los callejones de Lima serían el mundo natural de esta música, que allí florecería y poco a poco iría empinándose en la vida social hasta ser aceptada por la clase media y, más tarde, incluso adentrarse en los salones de la nobleza y de los ricos, llevada por la gente joven, que, de forma natural, iba sintiendo la música española algo anticuada y aburrida, sobre todo comparada con la peruana y estas letras con tantas referencias al mundillo de las costumbres locales”.
En fin, con “Le dedico mi silencio”, obra de reconciliación nos dice Aguilar Camín, se cierra una gran obra, un capítulo memorable en la historia de la literatura latinoamericana, el ciclo de ese enorme movimiento que fue el Boom Latinoamericano, heredero, a su vez, de gigantes mujeres y hombres de letra como: Sor Juana Inés de la Cruz, Jorge Luis Borges, Gabriela Mistral, Miguel Ángel Asturias, Juan Carlos Onetti, Pablo Neruda, Alejo Carpentier, Juan Rulfo, Octavio Paz, cuatro de ellos, como García Márquez y Vargas Llosa, ganadores del Premio Nobel.
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