El emisario – Y. Tawada

2024/02/22 – Pedro José Zepeda

Acabo de terminar “El Emisario” (2018 en inglés, 2023 en español) de Yōko Tawada (Tokio, 1960)
Tawada estudió literatura rusa en la Universidad Waseda y literatura alemana en la Universidad de Hamburgo. Se doctoró, también en literatura alemana, por la Universidad de Zurich.
Entre otros premios y reconocimientos ha recibido: en 1991, el Gunzo para nuevos escritores; en 19993, el Akutagawa por El novio fue un perro: en 1999 el Adelbert von Chamisso que reconoce a escritores extranjeros por sus contribuciones a la cultura alemana; en 2003, el Tanizaki y el Ito Sei por Sospecha en el tren de la noche; en 2005 la medalla Goethe. En 1999 fue escritora residente en el Massachusetts Institute of Technology.

“El emisario” es una novela inquietante y, a pesar de ello, también esperanzadora. La historia se desarrolla en un futuro lejano pero indefinido, en que Japón –como muchos otros países– ha vivido una apocalíptica catástrofe ecológica. De ella no se sabe mucho, si acaso, la autora reseña algunos rasgos: las costas del archipiélago japonés se han ido separando más rápidamente de la masa continental; en algunos puntos de su territorio, hay grietas abismales cubiertas por largos y gigantescos domos que evitan una mayor contaminación y que la gente caiga al infierno.
Para hacerle frente a la catástrofe, muchos gobiernos –el japonés entre ellos–, decidieron cerrar totalmente sus fronteras. Así, el mundo exterior se ha ido borrando por generaciones del imaginario de los japoneses y aun cuando sobreviven algunas palabras de lenguas extranjeras, ya casi no remiten a ningún contenido concreto. Lo mismo ocurre con muchas costumbres y rasgos culturales que habían llegado de fuera. La tecnología ha detenido su desarrollo.
Todo el país está contaminado, casi la totalidad de las especies animales y vegetales se han extinguido, por lo que la comida se ha convertido en un bien escaso y se ha transformado.
Todas las formas de vida, la humana incluida, han ido mutando (aunque el Gobierno decidió sustituir esa palabra por el concepto de «adaptación al medio ambiente»): los hombres tienen la menopausia; todo el mundo cambia de género al menos una vez en la vida; los niños nacen débiles y enfermizos, con columnas vertebrales poco sólidas y grandes extremidades que hacen pensar en pulpos. Viven poco. En cambio, es normal que los viejos lleguen mucho más allá de los cien años con mucho vigor. Entre esas dos generaciones, las intermedias parecen haber perdido la brújula, por lo que muchos abuelos y bisabuelos se hacen cargo de nietos y bisnietos. Muchos jóvenes que vivían en las ciudades han migrado a zonas no urbanas, remotas y aisladas.
La novela relata un día de la vida del joven Mumei (que significa anónimo, sin nombre), un adolescente maravilloso, con capacidades de sorpresa y aprendizaje ilimitadas, con confianza y esperanza en el futuro, aun en ese mundo sinsentido que lo rodea; y de su bisabuelo, Yoshiro, un anciano que, a su edad, todos los días renta un perro para salir a correr, no para un segundo en el día, pero vive con la eterna incertidumbre sobre el futuro de su bisnieto, y con el dolor de lo ocurrido en las vidas de su hija Amana, y su nieto, Tomo.

“Mumei había expresado que le parecía bonito… Quizá se trataba de una belleza cuya época todavía no había llegado”.
“Mumei pensó que váter le sonaba a cráter, pero tal conexión le pareció extraordinaria porque un cráter expulsaba materia mientras que el váter se la tragaba. Pero, al final, terminó por elucubrar que, como la palabra váter provenía del inglés, seguramente no tenía nada qué ver con ningún cráter.”
Piensa Yoshiro que “El transcurso del tiempo queda marcado en forma de anillos en el interior de los árboles y arbustos, pero ¿qué forma toma en el interior de nuestros cuerpos?… parece más bien el caos de un cajón que nunca se ha ordenado”.
“Durante mucho tiempo, el cielo se colmó de estrellas que les dedicaban risas frívolas a lo largo de toda la noche. La luna, estupefacta, había desaparecido, lo cual preocupó a algunos, por fortuna, al poco tiempo regresó, pero con el semblante exhausto.”
“La cálida arena olía a alga y, en la piel, el sudor se mezclaba con aire húmedo y pegajoso que, al rozar los labios, sabía a sal. El rumor del oleaje se oía muy cerca, pero al alzar la cabeza para observar las olas vieron que el mar estaba más lejos de lo que pensaban”.

El emisario es una novela fulgurante, construida a partir de una prosa etérea, difusa, pero envolvente, llena de una extraña belleza que conjuga las contradicciones que la vida ofrece a sus protagonistas; una belleza teñida de nostalgia, pero también de la punzante esperanza de los que creen que no está todo perdido, todavía.
«Una representación fantasmagórica de la tensa relación de la humanidad con la tecnología y el mundo natural» (Brian Haman, Asian Review of Books).
«La novela de Tawada se impregna de las ansiedades de una sociedad en la que los «cambios (…) se desarrollaron a la velocidad a la que las piedras ruedan pendiente abajo», pero ella imagina un mundo arruinado con humor y elegancia» (Publishers Weekly).
«Alcanza un equilibro técnicamente imposible entre fábula empática y sátira despiadada» (Rivkah Brown, Financial Times).


Publicado

en

por

Etiquetas:

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *