2024/06/13 – Pedro José Zepeda
Acabo de terminar la última novela de Murakami (1949, Kioto) “La ciudad y sus muros inciertos” (2024 en español)
A seis años de su última novela, “La muerte del comendador”, Murakami publica el 13 de abril de 2023, en Japón (Tusquets, 2024 en español), “La ciudad y sus muros inciertos”, obra que, según nos cuenta en un raro, por inusual en sus obras, epílogo, es una extensión de uno de sus primeros relatos, también llamado “La ciudad y sus muros inciertos”, escrito en 1980, a sus 38 años cuando, además de escritor, era administrador de un bar.
La historia:
A sus 17 años, el protagonista de esta novela se enamora de una chava de 16 años que conoció en un concurso estudiantil inter escolar de ensayos en el que ambos resultaron ganadores.
Aunque se aman, por distintas razones, no pueden verse muy a menudo. En sus esporádicos encuentros, ya sea sentados bajo la glicinia de un parque o paseando por las orillas de un río, la joven le cuenta de una extraña ciudad amurallada, una utopía, en la que vive su verdadero yo. Poco tiempo después, ella desaparece de su vida.
En esa ciudad, de muros móviles, cuyos habitantes no tienen sombra, podrían, tal vez, reencontrarse, aunque también podría ocurrir que ella no sea capaz de recordarlo a él si ello ocurriese. En fin, todo es posible en este asombroso universo en el que vivimos, donde los hechos, los sueños y las identidades de las personas, son cambiantes y escapan a los rígidos límites de la lógica.
Pasan muchos años desde que ella desaparece, pero él no puede olvidarla ni sacarse de la cabeza esa utópica ciudad que ella le ha relatado: con su inmenso manzanal, con una única puerta al mundo exterior celosamente custodiada por un guardián y cuyos habitantes no pueden salir de ella. Sólo los unicornios, por circunstancias muy especiales, pueden viajar del interior al exterior de las altas murallas y viceversa.
Él llega a descubrir que en dicha ciudad ella trabaja en una biblioteca que colecciona “viejos sueños”, y que la única forma en la que él la puede conocer es yendo a la ciudad y convirtiéndose en “lector de sueños”. Pero, para poder hacerlo debe desprenderse de su sombra.
De allí en adelante, la novela va adquiriendo una cada vez mayor complejidad en la que sueños y realidades se entrecruzan y confunden. Y en ese proceso aparecen y desaparecen diversos personajes que son cruciales en el desenlace de la obra.
Él tiene ya 45 años cuando cambia su residencia de Tokio a un pueblo rural muy aislado, cerca de Fukuyima, contratado por un excéntrico y misterioso anciano adinerado que dirige una biblioteca rural, quien más allá de algunas excentricidades (usa falda y una gorra irlandesa), tiene como principal defecto que ya no existe.
En esa biblioteca él conocerá a un niño con habilidades especiales dentro del espectro de Asperger, que habla poco y lee mucho, y siempre viste una sudadera verde con la estampa del submarino amarillo de la película de Los Beatles.
…y a una mujer divorciada de extraña belleza que regenta una cafetería, en la que, unos deliciosos muffins de frutos rojos y una aromática taza de café, siempre están aderezados por bellas notas de jazz.
En ese contexto difuso, los personajes se preguntan:
¿Existe en este mundo algo parecido a un muro entre la realidad y la irrealidad desde el principio?
Si así fuera:
“¿A qué mundo debo pertenecer? No puedo decidirme”,
“¿Estoy firmemente conectado a algún lugar de la tierra? ¿Estoy realmente arraigado allí?”.
Antes de contestarnos esas preguntas hay que tener en cuenta aquellos párrafos de un libro de García Márquez que la mujer de la cafetería le leyó a él, previniéndolo, sobre lo engañoso que pueden ser este mundo y el otro.
“Fermina Daza y Florentino Ariza permanecieron en los puestos de mando hasta la hora del almuerzo, poco después de que pasaron frente a la población de Calamar, que apenas unos años antes tenía una fiesta perpetua, y ahora era un puerto en ruinas de calles desoladas. El único ser que vio desde el buque fue una mujer vestida de blanco que hacía señas con un pañuelo. Fermina Daza no entendió por qué no la recogían, si parecía tan afligida, pero el capitán le explicó que era la aparición de una ahogada que hacía señas de engaño para desviar los buques hacia los peligrosos remolinos de la otra orilla. Pasaron tan cerca de ella que Fermina Daza la vio con todos sus detalles, nítida bajo el sol, y no dudó de que en realidad no existiera, pero su cara le resultó conocida”.
Nota final
Es poco lo que puede agregarse a lo ya dicho sobre la vida y obra de Murakami, uno de los escritores más conocidos en el mundo, eterno candidato al Premio Nobel. Si acaso, y sólo como anécdotas, recordar, en primer lugar, su gran afición a la música, especialmente rock, jazz y clásica, que impregna su toda su obra literaria, desde su primer éxito mundial, Norwegian Wood (Tokio blues), pasando por “Música, sólo música, conversaciones con Seiji Ozawa”, hasta la novela que ahora comento, en la que resuenan acordes de jazz en diferentes momentos; y, en segundo lugar, que desde los 33 años, ha sido un gran corredor de maratones y ultramaratones, al punto de pedir que su epitafio rece: –cito de memoria su libro ”De qué hablo cuando hablo de correr” –:“Aquí yace Haruki Murakami, esforzado corredor quien, además, fue escritor”.
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