Temporada de huracanes – F. Melchor

2024/12/02 – Pedro José Zepeda

Acabo de terminar la crónica de “Temporada de huracanes” (2017), de Fernanda Melchor (Boca del Río, Veracruz, 1982)

“…Me agarra la bruja/
Me lleva a su casa/
… Y dígame, y dígame y dígame usted/
Cuántas criaturitas se ha chupado usted”

Son jarocho.

Pequeña nota:

Con una enorme crudeza y gran maestría, “Temporada de huracanes“ narra cómo explotan los sentimientos reprimidos de los habitantes de un pueblo veracruzano: la pobreza, la impotencia y la desesperación, la ira contenida transformada en violencia desbordada, en todo tipo de pulsiones sexuales, prohibidas y no, ante la ausencia brutal, prepotente y corrupta de las autoridades. Allí, en La Matosa, donde nadie sabe y nadie supo nunca nada, no vaya a ser que por meterse donde no lo llaman a uno, también salga salpicado. Allí, donde, de que hay leyes, las hay, pero igual que si no las hubiera; y lo mismo pasa con los encargados de aplicarlas, que más bien se sirven a sí mismos o se mochan con los de más arriba; así que lo mejor es ni moverle, pues, como dicen: “en boca cerrada no entran moscas”

Un día, apareció un cadáver atorado en las aguas turbias de un canal de riego cercano a La Matosa. Como siempre, la noticia salió en la nota roja del periódico. Y, también como siempre, no hubiera pasado nada si Fernanda Melchor no hubiera olfateado que, más allá del sensacionalismo de la nota, había una terrible historia que contar.

“En realidad, –dice Melchor– nomás leí la nota… Fue en Cardel, en las zonas cañeras” [el reportero había escrito:] “mataron al brujo del pueblo, lo mató el que era su amante, porque el brujo quería que el muchacho volviera con él, y como éste ya se había casado, entonces el brujo le hizo brujería, así que el joven lo mató”. “Los delincuentes eran el asesino, el padrastro en silla de ruedas y un amigo que lo ve todo… [pero, para mí], solo eran unas siluetas, los victimarios y la víctima, yo agarré a estos personajes y lo demás me lo inventé”.

La trama:

En uno de los canales cercanos a La Matosa, lejos del mar, entre la selva y el río, donde pululan todo tipo de seres: vivos y muertos, brujas, torcidos y engendros raros y tullidos, un día apareció un cadáver.

“… cuando los chamaquitos esos… encontraron el cuerpo ya estaba todo inflado y los ojos se le habían salido y los animales le comieron parte de la cara y parecía que la pobre loca sonreía”.

Y resultó que el cuerpo era el de la bruja del pueblo, pero no de La Bruja, que ya había muerto hacía un buen, sino de La Bruja Chica, una mujer que, no había nacido mujer, y sobre la que corría todo tipo de historias:

En una época, “… empezaron con el rumor de la estatua aquella que la Bruja tenía escondida en algún cuarto de aquella casa, seguramente en los del piso de arriba, a donde no dejaba pasar a nadie nunca… y donde decían que se encerraba para fornicar con ella, con esa estatua que no era otra cosa que una imagen grandota del chamuco, la cual tenía un miembro largo y gordo como el brazo de un hombre empuñando la faca, una verga descomunal con la que la Bruja se ayuntaba todas las noches sin falta”.

Las mujeres del pueblo se santiguaban porque podían imaginar [a la Bruja] desnuda, montando al diablo y hundiéndose en su verga grotesca hasta la empuñadura, el semen del diablo escurriéndole por los muslos, rojo como la lava, o verde y espeso como los menjurjes que borboteaban en el caldero sobre el fuego y que la Bruja les daba a beber a cucharadas para curarla de sus males, o tal vez negro como el chapopote, negro como las pupilas inmensas y el cabello enmarañado de la criatura que un día descubrieron escondida bajo la mesa, agarrada a la falda de la Bruja, tan muda y enteca que, en silencio, muchas mujeres rezaron para que no durara viva mucho tiempo”.

Pero no, “… ese día hasta en Villa supieron que la hija de la Bruja seguía viva, cosa rara porque hasta los engendros que de vez en cuando parían los animales, los chivos de cinco patas o los pollos de dos cabezas, se morían a los pocos días de abrir los ojos, y en cambio la hija de la Bruja, la Chica, como empezaron a llamarla desde entonces, aquella criatura parida en el secreto y la vergüenza, se hacía más grande y más fuerte con cada día que pasaba, y pronto fue capaz de llevar a cabo cualquier quehacer que la madre le enjaretara”.

Le decían la Bruja, igual que a su madre: la Bruja Chica cuando la vieja empezó el negocio de las curaciones y los maleficios, y la Bruja a secas cuando se quedó sola, allá por el año del deslave… si alguna vez llegó a tener un nombre de pila y apellidos como el resto de la gente del pueblo fue algo que nadie supo nunca”.

Quien le dio el pitazo de los asesinos a la policía fue Yesenia. Fueron: Luismi, Brando y Munra.

Ella no quería a Luismi, que en realidad se llamaba Maurilio y era su primo, porque toda su vida había sentido que su abuela lo prefería a él, aunque era alcohólico y drogo. Y eso que Luismi ya se había mudado con Chabela, su madre, y Munra, su padrastro, e incluso, corría el rumor de que tenía una mujer, Norma, quien, además, ya estaba embarazada. Pero la realidad era otra: cuando Norma llegó a La Matosa huyendo de su pueblo y de su padrastro que la violó de a tiro por viaje durante muchos años, ya estaba embarazada. Y aunque, Luismi se la encontró llorando en un parque y se la llevó a su casa e, incluso, se volvieron pareja, la neta es que no lo eran tanto, porque Luismi casi nunca quería con ella. Lo que sí pasó fue que cuando Chabela se dio cuenta de que Norma está embarazada, la llevó con La Bruja para que abortara, pero, aunque sí abortó, el brebaje que le dio casi la mata y la tuvieron que llevar al hospital. Cuando, allí, Luismi se entera por los del servicio social de que ella es menor de edad, sale por piernas.

En cuanto a Brando, su padre los abandonó a él y a su madre desde que era niño. Pero, como no soportaba la “mochería” de su madre, y como se la vivía con los chavos mayores del pueblo, empezó a beber y a drogarse en casa de La Bruja. Además, ellos le enseñaron que podía ganar lana cogiendo con putos y, aunque al principio al Brando le asqueaba la idea; cuando oyó cantar tan bonito a Luismi, que era muy feo, empezaron los malos pensamientos. Así, un día, ya borrachos, Brando y Luismi acaban cogiendo; y aunque a la mañana siguiente Luismi no dice nada, a Brando le entra el miedo de que Luismi se raje con alguien, por lo que empieza a cavilar cómo asesinarlo.

Todo se precipitó algunos meses después, cuando Luismi declara que ahora que ya tiene mujer piensa dejar las drogas y portarse bien pues, como Brando seguía obsesionado con él, le propuso asaltar a La Bruja que, se supone que tenía un tesoro escondido, y escapar juntos. Al principio, Luismi se niega, pero luego del aborto de Norma, se convence de que todo es culpa de La Bruja y deciden ir ellos dos, con Munra y su camioneta, a su casa. Allí, Brando la mata a golpes y, como no encuentran ningún tesoro, se la llevan envuelta la camioneta de Munra, y de allí, a las afueras del pueblo a echarla a un canal.

Al día siguiente, los arrestan y reciben sus respectivas madrinas porque los polis quieren saber qué onda con el tesoro de La Bruja.

Se ha dicho de esta novela

Julian Lucas, en The New York Times calificó… la novela de «impresionante», y al asesinato de la bruja como un evento que la autora «captura en un lenguaje que destila veneno».

“El escritor español Jorge Carrión, también en The New York Times, incluyó la novela en su lista de los mejores libros iberoamericanos de 2017 y calificó su estilo como «virtuoso, abrumador».

Otro escritor español, Edmundo Paz Soldán ha dicho que en la prosa de Melchor «las malas palabras, el deseo de nombrar lo obsceno y lo escatológico, se revelan en toda su explosiva belleza».

Anthony Cummins, en The Guardian, la calificó como «… un brutal retrato de la claustrofobia de los pueblos, en donde el machismo es una prisión y la corrupción no es sólo institucional sino doméstica».

Kirkus Reviews, la calificó como “… dura sin llegar a ser gratuita… Melchor… «tiene profundas reservas de talento y valor».

Amanda Dennis, en Los Angeles Review of Books, señaló que “…varias de las escenas eran tan brutales que hacían a Truman Capote y a Cormac McCarthy lucir inofensivos” y que “…justamente esa propensión de Melchor de adentrarse en actos tan violentos [la vuelve] más profunda que la mayoría de la ficción contemporánea”.

A finales de 2019, el diario español El País la ubicó en el puesto 28 en su lista de los 100 mejores libros del siglo XXI.

En 2023, “Temporada de Huracanes” se llevó al cine bajo la dirección de Elisa Miller; estrenándose en el Festival Internacional de Cine de Morelia. Melchor participó como guionista en la serie de Netflix Somos (2021) junto a James Schamus y Monika Revilla. La serie está basada en la historia real de la masacre de Allende perpetrada por el cártel de Los Zetas en 2011 y detonada por una operación fallida de la DEA.

Un poco más sobre Fernanda Melchor:

Fernanda Melchor estudió periodismo en la Universidad Veracruzana (UV) y es maestra en Estética y Arte por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

En 2013 publicó dos libros: el volumen de crónicas “Aquí no es Miami” y “Falsa liebre, su primera novela (también muy recomendable). La segunda, “Temporada de huracanes, fue, como ya mencioné, finalista del Premio International Booker 2020.

Entre otros premios y reconocimientos: fue ganadora del Primer Certamen de Ensayo sobre linchamiento 2002 convocado por la Comisión Nacional de Derechos Humanos; Ganadora del Virtuality literario Casa de Letras 2007 de la Universidad Nacional Autónoma de México; Ganadora del Premio Estatal de Periodismo 2009 de la Fundación de Periodismo Rubén Pabello Acosta; ganadora del Premio Nacional de Crónica Dolores Guerrero, 2011; Ganadora del Pen Club a la excelencia periodística y literaria 2018 por “Aquí no es Miami”; Ganadora del Premio Alemán Anna Seghers, 2019; ganadora del Premio Internacional de Literatura 2019, Casa de las Culturas del Mundo, Berlín.


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