Un animal salvaje J. Dicker

2024/07/20 – Pedro José Zepeda

Acabo de terminar “Un animal salvaje(2024)de Joël Dicker (Ginebra, Suiza, 1985).

“Los animales salvajes son como los hombres […] no podemos cambiar su índole”. Dice uno de sus críticos que esta frase expresa con toda claridad el impenitente espíritu creador de Joël Dicker. A dos años de la publicación de su última novela, “El caso de Alaska Sanders”, Dicker vuelve a las andadas, acentuando la esencia de eso que lo ha convertido en uno de los autores que más venden en el planeta: un lenguaje fácil y sencillo, directo y fluido, sin florituras y con pocas descripciones de paisajes y emociones; y un uso –dice uno de sus críticos–, casi abuso, digo yo, del trampantojo novelesco, al punto de que “nada es lo que parece”, por lo que el lector se ve obligado a dar constantes y violentos “volantazos” para poder seguir una trama que, sin embargo, tiene el mérito de no “pasarse nunca de lanza”, ni arriesgar la credibilidad de la historia, que termina siendo muy adictiva a quien la va siguiendo.

Panteras, fieras reales, algunas veces humanas, en otras ocasiones noveladas, y tatuadas, pero, eso sí, siempre salvajes, protagonizan una historia que va siendo decantada, como ocurre en las otras novelas de Dicker, por abruptos saltos temporales hacia adelante y hacia atrás.

Saint Tropez y Menton en Francia, Londres y Ginebra; Zaragoza y San Remo, delimitan el territorio de una historia que ocurre entre los primeros años de nuestro siglo y el 2023: la historia de un triángulo en el que ella, brillante abogada, excepcionalmente bella y muy sensual aún sin proponérselo, hija de familia rica, casada y madre de dos hijos, y muy popular donde se para, tiene, sin embargo –como la luna–, una cara oculta: la de un animal salvaje.

“No has nacido para vivir enjaulada. Te has acostumbrado a ello, como los animales del zoo. Pero la rutina y la vida cotidiana son como barrotes. Tu felicidad es una ilusión”.

Le escribe alguien a Sophie.

Historia de fieras y camaleones, de cónyuges mentirosos, amigos y vecinos traicioneros, policías corruptos, dobles vidas y cazadores cazados complementan el elenco de esta historia, en la que el arte del camuflaje y de ocultar la identidad es fundamental para sobrevivir en un mundo en el que los espías son espiados y los cazadores se convierten de repente en presa; y cuyo único denominador común es el de ser expresión de la condición humana.

Se ha dicho de esta novela:

“El arte y la destreza de un contador de historias nato, de alguien que parece haber nacido con el don de envolver a quien le lea con su narración.

Lorenzo Silva

“El suizo que resucita las librerías”

Jesús Murillo Mantilla, “El país semanal”

“Llega el fenómeno Dicker. El sucesor de Stieg Larson y E. L. James; entretenimiento en vena.

Antonio Lozano, “la Vanguardia”.

“El niño mimado de la industria literaria, el tipo de buena presencia que estaba llamado a revolucionar el thriller contemporáneo”.

Jesús Merino López, GQ.

“Su secreto, la elaboración de tramas adictivas que se alejan del best seller convencional. […] Dicker se afirma como un hábil generador de atmósferas y de intrigas vertiginosas, con constantes vueltas de tuerca, y en las que no hay ni un minuto para el descanso”

Beatriz Martínez, “El periódico de Catalunya”

“Dicker volverá a batir récords y superará su marca personal de más de 20 millones de lectores. […] Un thriller con un ritmo y un suspense sobrecogedores”.

Begoña Alonso, “Elle”.

Un poco sobre Joël Dicker:

Estudió en la Universidad de Ginebra. Hoy tiene 39 años, pero, en 2010, a los 25, obtuvo el Premio de los Escritores Ginebrinos con su primera novela “Los últimos días de nuestros padres” y, a los 28 años, con “La verdad sobre el caso de Harry Quebert”, ganó el Premio Goncourt de lyceens, el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa, el Premio Lire a la mejor novela en lengua francesa y, en España, fue elegida Mejor Libro del Año por los lectores de El País. Traducida a 42 idiomas.

Y otro dato anecdótico: A los diez años fundó “La Gazette des Animaux, una revista sobre la naturaleza que dirigió por siete años, y que le valió el Prix Cunéo a la Protección de la Naturaleza, y ser nombrado el redactor más joven de Suiza por “La Tribune de Genéve”.


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